lunes, 20 de abril de 2009

crítica

A, el último capricho de Nacho Cano

*** 1/2 / *****


Si de algo puede jactarse Nacho Cano es de tener un olfato incuestionable para el negocio, la polémica, la notoriedad y sí, también para atinar en el pico más alto de la vanguardia imperante en la cultura popular de cada momento.

Algunos llaman “arte” a todo lo que sale por sus dedos, otros lo tachan de “vendido”, una masa importante lo llama “oportunista” pero si algo ha quedado claro de este perro viejo con el paso de los años es que, por encima de todo, es muy inteligente.
Su nuevo musical, `A´, era noticia mucho antes de estrenarse, y no precisamente por sus habilidades y méritos artísticos. Su estreno en los Teatros del Canal de Isabel II, respaldado por Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz – Gallardón (sí, también se ponen de acuerdo en cosas) fue un escándalo desde el minuto cero.


¿Motivos? La inauguración, en la que también participó el músico Antonio Vega costó cerca de 400. 000 euros y las reacciones no se hicieron esperar. Los más correctos ni se presentaron. Los más radicales (600 manifestantes) se plantaron en la puerta del teatro al grito de “el canal no se vende”.
“El espectáculo bien lo vale” se defendía Aguirre esa misma noche y “con ese dinero tenemos que pagar a un equipo muy numeroso” se justificaba el ex – Mecano. Razón no le falta. Si por algo se caracteriza el musical es por una espectacularidad escénica que entre otras muchas cosas, hay que pagar. El debate no está en lo que cuesta el espectáculo o deje de costar, sino en el hecho de haberlo contratado en una época de supuesta (y anunciada a bombo y platillo) “austeridad”.

Por fortuna (para Cano), la polémica se disipó y pronto se empezó a hablar de lo verdaderamente importante en una obra de teatro: su contenido. "Fue un coñazo. Una y no más", afirmó categóricamente hace unas semanas sobre la polémica.


Su propuesta es, con diferencia, una de las más arriesgadas de su carrera. Sin ampararse en el kilométrico listado de títulos que le proporcionaba Mecano para su anterior musical, aquí su reto era demostrar, después de haberse convertido en un mainstream del mundo teatral, que podía sobrevivir sin maquillajes, laikas, y barcos a Venus ante una audiencia masiva.

La respuesta se materializa a diario en el Teatro Calderón (actualmente rebautizado como Teatro Haggen – Dazzs, - sin comentarios -) Un elenco de catorce actores y quince bailarines (la mayoría también formaban parte de `Hoy no me puedo levantar ´) dan forma a una propuesta difícilmente explicable aunque fácilmente comprensible que salió de la crisis personal que atravesó el músico meses atrás.

El punto de partida es sencillo. Un niño albino viene al mundo en el seno de una familia de gitanos en Cádiz. Crece en un ambiente pobre, sin hablar ni tocar a nadie. Su corazón late a ritmo de vals. De repente, un día, ante una pecera el niño empieza a cantar y sorprende a todos con su voz angelical y encandiladora. El ascenso y la decadencia de un ser especial, desubicado en el mundo que desencadenará en una profunda y abstracta reflexión sobre el agua y la vida.

Cano, que ha contado con José Manuel Lorenzo en la producción, tira de la tecnología e incorpora pantallas, proyecciones, diferentes escenarios y hasta un espectáculo de acrobacias acuáticas que enriquecen una obra compleja que no deja de lado el humor en ningún momento ni algún chascarrillo que otro incorporado sobre la marcha.


Claramente destacable es el trabajo de todos los bailarines, con una espectacular forma física y con una técnica profesional difícilmente visible en este tipo de espectáculos que miran más el conjunto que el detalle.

La gran pega del musical es que, en todo momento, es más espectacular que efectivo. Algunos números sobran, como esa oda gótica y oscura a la decadencia que uno no sabe muy bien a que viene y que cierra el primer acto, pero otros logran conmover (esa conversación padre-hijo – en el reino del agua - al final de la obra).

Probablemente no dure en cartel tanto tiempo como Hoy no me puedo levantar (42 meses en plena Gran Vía madrileña), pues a cuatro meses del estreno, los aforos andan en torno al ochenta por ciento de ocupación, pero lo que es innegable, es que, incluso siendo un capricho más de este particular Rey Midas del pop español, esta vez ha dado en la diana de forma bastante notable.

KIKE DEL TORO

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