domingo, 14 de junio de 2009

crónica BUNBURY - Pabellón Príncipe Felipe (Zaragoza)

El zaragozano ambulante convocó a 8.000 fans en el inicio de su gira española

Bunbury abarrotó el Príncipe Felipe con un concierto histórico


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Pocas butacas de las gradas quedaron vacías para presenciar el espectacular regreso del aragonés a su tierra. La anterior vez había dejado un regusto amable, pero claramente frío y el mismo lo reconoció. “Tuvimos el placer de hacer los ensayos generales de lo que llevamos haciendo los últimos nueve meses por todo el mundo. Esta vez no tenemos excusa, hoy venimos a hacer daño”. Y así fue. Anoche, Enrique Bunbury ante un pabellón abarrotado (8.000 personas), demostró que, tras una larga temporada rodando por todas partes, su espectáculo, no sólo es el mejor que puede verse en toda la geografía española en estos momentos, sino uno de los más apabullantes que se recuerdan de la tradición rockera patria.

Mucho tiene que ver que el zaragozano está de vuelta de todo y en Hellville de Luxe, más que nunca, ha hecho un disco de canciones sencillas, con espíritu anglo y que pueden entrar más fácil entre la multitud que trabajos anteriores sin perder un ápice de su genialidad.

El concierto empezó como manda la tradición. Jordi Mena y ese riff seco y cortante que da el pistoletazo de salida a El Club de los imposibles. Enfundado en un traje negro, sombrero de pirata y ray ban negras, le bastó 30 segundos y dos estrofas para poner en pie al entregado respetable. La señorita hermafrodita preparó el ambiente para Hay poca gente y Bujías para el dolor, los dos temas más enérgicos de “la villa del infierno de lujo”, que sus fans ya demustran tener más que interiorizadas. El primer bloque se cerró con No fue bueno, pero fue lo mejor (de su disco con Nacho Vegas “El Tiempo de las Cerezas”) y Que tengas suertecita, que Bunbury dedicó al Real Zaragoza, recién ascendidos a primera.



Los momentos más emocionantes se vivieron en el set más íntimo, en el que el telón rojo que preside el escenario se cierra y suenan Sácame de aquí o Porque las cosas cambian. Quedó demostrado que Pequeño es la gran obra maestra del músico, Infinito y sobre todo, El extranjero y Alicia (de Radical Sonora) fueron coreadas especialmente por un público que acompaña al excéntrico artista desde hace más de dos décadas.

Después, todo rodado. Su nuevo himno, El hombre delgado que no flaqueará jamás encendió a los asistentes, igual que Sí, El rescate, Lady Blue y, como no, Apuesta por el rock and roll que en esta ciudad cobra un sentido especial gracias a su compositor original.

Los bises perdieron en espectacularidad, pero ganaron enteros en emoción y pasión por parte del cantante. Irremediable cotidiano, El porqué de tus silencios y una nueva versión gospeliana de El viento a favor, un tema muy bello.

El concierto se cerró con alguno de los mejores temas de su carrera. Retomó No me llames cariño, de El viaje a ninguna parte, en una furiosa y electrizante versión que empalmó con su particular homenaje a José Alfredo Jiménez, El jinete, marca de identidad de sus conciertos en solitario. Canto, Al final y unos títulos finales para gourmets, El tiempo de las cerezas, para quien esto firma, la mejor canción jamás escrita por un músico en español.



No se salió del guión habitual que le ha hecho meter a 50.000 personas en México o tocar en Las Vegas o Estados Unidos, pero tampoco hizo falta. Bunbury imprimió y consiguió toda la energía y la pasión que brillaron por su ausencia en su multitudinaria presentación anterior en la Feria de Muestras. El Principe Felipe es su sitio, y Zaragoza, su ciudad, el lugar donde se gestó la estrella más grande que ha dado la música en este país. Ese genio que, como su propia condición exige, algunas veces da gato por liebre y otras, ofrece veladas inolvidables como la de anoche.


KIKE DEL TORO

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